Tras varias semanas del estreno, por fin puedo coincidir con mi mejor amigo para ver El Hobbit. Soy fan del mundo de Tolkien desde mi infancia, y he disfrutado tanto de sus libros como de las películas de El Señor de los Anillos. Las he comprado en DVD, en formato normal, extendido y con figuras. He comprado incluso algunos artículos de merchandising, como el propio anillo, el cual lleva mi hija colgado del cuello, como Frodo Bolsón. Y es que en la familia tenemos gran admiración a este genero.
Sin embargo, he adquirido las entradas para El Hobbit, en 3D, pero SIN GAFAS (ya las tengo compradas de otras películas). Cuál ha sido mi sorpresa cuando he tenido que desembolsar 11 euros y medio por cada entrada (casi 2.000 de las antiguas pesetas). Me parece un precio... no caro, ni exagerado, ni exacerbado... LO SIGUIENTE.
¿Qué fomento se le da al cine? Con este precio uno puede disfrutar de un buen ágape, o comprar unos buenos pantalones, unos buenos zapatos o muchas otras cosas más necesarias y productivas. Con el precio de esa entrada, muchas personas sobreviven un día entero en este país.
Desde niño he sido buen cliente del cine, pues casi todas las semanas iba una o dos veces a disfrutar de alguna película. Pero, desde hace unos años, he visto incrementos de precio escandalosos, que han hecho del cine un ocio cada vez más reservado para las clases pudientes, o como un capricho caro para escasas ocasiones especiales.
El cine, no nos engañemos, no lo mata la piratería. Lo mata el afán egoísta de unos dinosaurios que confían en el borreguismo de las masas. Pero la sociedad ha evolucionado, se ha dado cuenta de que con estos precios es preferible esperar a que salga el DVD, y por un poquito más, podrás disfrutar tranquilamente de la película cuantas veces quieras, sin tener que desplazarte, ni esperar colas ni tragarte anuncios que no puedes zappear.
Señores de la industria cinematográfica: ofrezcan a los usuarios lo que necesitan y quieren. El negocio del cine, tal y como se concibió, ya no es atractivo ni compensa a nuestros bolsillos. Fomenten el cine virtual a precios populares, y ganarán mucho más dinero que agotando un modelo de museo que agoniza y que está a punto de extinguirse.