Ayer tuve un interesante debate con una buena compañera de batallas, acerca de la situación actual de la informática en España. Ella lleva casi dos años en el paro, y desde hace tiempo se está replanteando abandonar este honorable oficio. Este planteamiento tiene detrás muchas deliberaciones y reflexiones, cada cual más convincente.
Comenzó exponiendo que la situación actual en España de la informática, y más concretamente, del desarrollo de sistemas (lo cual puede extrapolarse a otros campos), ya puede decirse que generalmente no es digna. Aunque se vean muchas ofertas en los portales de empleo, te percatas que éstas están repetidas por distintas consultoras, las cuales pujan en la adjudicación del mismo proyecto. En las ofertas puedes ver centenares de personas inscritas, con lo que uno puede darse perfecta cuenta de que hay mucha más demanda que oferta, y que son las empresas las que realmente tienen la sartén por el mango a la hora de imponer las condiciones de la contratación. Te inscribes a todas las ofertas que puedes (ya no seleccionas, pues hay que trabajar, no andarse con remilgos), y tan sólo una ínfima parte de las empresas anunciantes te llama. Tras la entrevista telefónica, te das cuenta de que el puesto para el que te llaman no encaja con tu perfil y que la persona de recursos humanos no ha mirado tu currículum, si no que ha hecho una búsqueda por un determinado conocimiento (por ejemplo "Java", ".NET", etc.) sin tener en cuenta si eres programador, analista, jefe de proyectos o director.
Otro punto que irritaba a mi compañera (así como a muchos amigos míos en su situación), es que casi todas las personas de recursos humanos no les basta tu currículo, te mandan una plantilla de currículo para que la rellenes, en formatos en algunas ocasiones incoherentes, y en donde se redunda toda la información de tu currículo. Para una, dos o tres empresas, puede pasar, pero te empiezas ya a cansar de esto, y al final lo aborreces y terminas rechazando las oportunidades que te ofrecen, pues estás haciendo el trabajo de esa persona, a la que pagan por gestionar tus datos y presentarlos a sus clientes, dedicando el tiempo y el esfuerzo para una posibilidad, ya que, como indiqué al principio, se presentan más empresas para pujar por el mismo proyecto. Y, curiosamente, a veces te encuentras haciendo la entrevista con el cliente, y te encuentras tu currículo presentado por varias empresas.
Si lo anterior es irritante, más frustante aún es que en la pregunta "¿cuánto quieres ganar?", al responder, se echan las manos a la cabeza, como si les estuvieras atracando, argumentando, tal feriante, que los arruinas y que el cliente está dispuesto a pagar mucho menos que lo que tú dices, y que ellos, al intermediar, tienen que sacar un beneficio mínimo, pues no trabajan gratis. La mayor parte de la veces, se indica una cantidad incluso inferior a lo que se estaba ganando hasta ese momento, pues mis compañeros en paro quieren trabajar, aunque sea por menos dinero, pero trabajar, pues tienen familia, hipoteca y gastos fijos. No están pidiendo las cantidades de un Beckham o un Cristinano Ronaldo, si no lo mínimo para sobrevivir y entrando en los límites que ha impuesto el mercado laboral. Pero cuando ves que muchas ofertas tienen una cantidad de 18000 euros o inferiores a 24000 euros, para puestos de responsabilidad, con idiomas y multitud de conocimientos especializados, uno se viene abajo, pues si bajan los sueldos, los pisos no bajan, ni la alimentación.
Y aquí, en este último punto, es donde mi compañera y muchos de nosotros nos planteamos el seguir o no adelante con este oficio. ¿De qué sirve estar cinco o siete años de estudios en la Universidad, con los gastos que conllevan? ¿De qué sirve después casi pagar por trabajar como becario? ¿De qué sirve pagar por cursos especializados sobre alguna tecnología nueva? ¿De qué sirve estar cada año actualizandote en alguna nueva tecnología, porque si no lo haces estás condenado a morir? ¿De qué sirve estar asumiendo cada vez más responsabilidades y terminar trabajando sin horario, ni pagado ni agradecido? ¿De qué sirve trabajar en una profesión que en su joven trayectoria ha sufrido dos grandes crisis? ¿De qué sirve esta profesión, que depende exclusivamente de la adjudicación de proyectos y no de productos propios (en la inmensa mayoría de los casos)? ¿De qué sirve ser un mercenario explotado, en la que eres un simple número que cambia del verde al rojo, y en ese momento se prescinde de ti? ¿De qué sirve años y años enfrentándote a problemas nuevos, con tecnologías nuevas, y siendo la punta de lanza para vencerlo, si luego no se acuerdan de esos esfuerzos, de esa dedicación, de ese sacrificio robado a tu familia (en tiempo y en peloteras se traduce)? ¿De qué sirve entrar en una empresa en la que en cualquier momento puedes ser retirado, como si fueras un mueble, y en cuanto tú te mueves te acusan de no ser leal a la empresa? ¿De qué sirve durar en la empresa durante años, si se valora el amiguismo y no la profesionalidad? ¿De qué sirve ser leal a la empresa si, además de ser sustituible en cualquier momento, te encuentras con un techo de cristal, al que acceden solamente desconocidos recién contratados, y que tu única posibilidad de promoción es cambiarte a otra empresa? ¿De qué te sirve ser un superdotado, si otros con menos valía se aprovechan de tus habilidades y se llevan la gloria y el mérito? ¿De qué te sirve toda esa preparación, dedicación, sacrificio, responsabilidad y habilidades, cuando te das cuenta de que te van a pagar lo mismo o menos que en otra profesión en la que no se requiere más que el EGB, en la que no necesitas responsabilidades y en la que tienes al menos un horario?
El número de preguntas puede extenderse mucho más, pero queda claro que esta profesión se ha devaluado mucho, y la dignidad ha desaparecido. Pero detrás de esta devaluación hay una historia y un por qué.
Una tesis que lanzó mi compañera es que se ha vivido las punto com, una época de burbuja en la que las empresas nacían a la tecnología, en la que la forma de hacer negocios cambiaba, y que si no estabas al día perdías la ventaja competitiva en un mundo cada vez más globalizado. Las empresas no tenían personal informático, ni cultura informática. Se dejaron contagiar por un optimismo enardecido, y terminaron engañadas y estafadas. Ahora, las empresas tienen cultura tecnológica, y tienen responsables con grandes conocimientos y que gestionan los proyectos con mano férrea, sopesando qué proyectos realmente son necesarios, cuáles pueden acometerse y cuándo, así como la capacidad de negociación.
Si bien esto es cierto en muchos casos, también hay que añadir que muchas empresas han sabido ver en la crisis una oportunidad idónea para hacer más caja, y hacer más negocio a costa de abaratar hasta lo insultante las tarifas por los proyectos. De esta manera han nacido mesas de compras, cuyo principal objetivo es obtener el mayor ahorro para la empresa, sin importar si los proveedores con los que se había trabajado hasta ahora habían dado una calidad o una satisfacción extraordinaria. Ahora todo pasa por una subasta, en la que se puja por la tarifa más baja, sin importar si se va bajo costo, con tal de obtener posición en esa empresa con respecto a la competencia. Esta práctica denigrante es la que está abaratando también los sueldos, aprovechándose de la lastimera situación laboral. Al final, por desesperación, el proyecto lo debe acometer o un trabajador muy nuevo y sin experiencia, o bien alguien realmente desesperado, con el consiguiente resultado: calidad ínfima y ambiente muy malo, sin contar con que ese personal puede dejar el proyecto en cualquier momento en cuanto tenga una oportunidad mejor.
Un punto realmente clave en este panorama es que en este país se ha potenciado el sector "Servicio". Esto es una buena práctica para generar empleo y para que las empresas se dediquen principal y especialmente a su nicho de negocio, y contraten a empresas de servicios aquellas tareas que no son su especialidad. Una teoría que conlleva a prácticas muy diversas. La primera de ellas es lo que hemos vivido durante los últimos años, al igual que en la burbuja inmobiliaria. Al final termina habiendo mucho intermediario, se engorda demasiado el coste, y termina habiendo un servicio pobre, y deficitario (para lo que se paga por éste). La Administración Pública terminó imponiendo en sus cláusulas de contratación y homologación, que sólo habría personal del proveedor, prohibiéndose las subcontrataciones. Y es que los intermediarios son una verdadera lacra, que anteriormente han devastado y devaluado otros mercados como, por ejemplo, el de la agricultura.
Todo lo anterior nos lleva a un replanteamiento serio. Yo, con casi cuarenta años, me veo ya en un punto de no retorno, en un mercado laboral muy competitivo por un mísero jornal, en donde la nueva sangre es la que accede a dicho mercado por las exigencias descritas, y en donde la experiencia, el conocimiento y la calidad ya no son valores imprescindibles para las empresas, llegándonos la prejubilación incluso antes que en otras profesiones. Las empresas piensan que a los jóvenes se los puede moldear con mayor facilidad que a los veteranos, cuando es, en la mayor parte de las veces, al revés. Un joven sin emancipar puede prescindir, sin ningún problema, de un trabajo, dejando colgado un proyecto. Un veterano, con una familia y una hipoteca a las espaldas, ante un mercado laboral donde hay pocas oportunidades para el cambio, aguantará y llevará el trabajo acorde a las exigencias de la empresa, y con mucha mejor calidad, debido a su experiencia y a sus habilidades.
No es de extrañar, pues, que lleguemos a una situación laboral en informática que empieza a ser insostenible, donde los profesionales de este sector ven que no merece la pena seguir, migrando a otras profesiones menos exigentes y más agradecidas, o migrando a otros países donde su trabajo es mejor recompensado en todos los sentidos, tal y como ha sucedido con médicos e investigadores.