viernes, 27 de abril de 2012

Los delincuentes van al cine

Ayer tuve la buena y la mala suerte de ir al preestreno de "Los Vengadores". La buena, porque es una película estupenda, llena de acción, humor y buen repertorio de efectos especiales. La mala, porque me trataron como a un delincuente.

Aunque me invitaran al preestreno, no es óbice un trato como el que nos dispersaron en los cines Kinépolis de Madrid. No culpo a esta empresa que proyectó la película, si no a la productora.

Imaginaros un despliegue de hombres de negro (y no lo digo figurativamente, si no real y literalmente), que parecían los guardaespaldas de un presidente de gobierno, organizados, sincronizados y con cara de pocos amigos. Te reciben en un pasillo de mesas con maletines enormes, recubiertos de goma espuma, donde una amable muchacha te requisa el teléfono móvil, reproductor MP3, consola portátil o cualquier otro dispositivo móvil que lleves encima. Eso sí, sin ningún compromiso ni recibo de compromiso a cumplir con la LOPD.

En la puerta te aguardan tres gorilas que, uno a uno, van registrando bolsos, mochilas, chaquetas, etc.

Durante una hora tienes que aguantar un carrusel de tres anuncios que se repiten una y otra vez, sobre la empresa patrocinadora (no daré publicidad). Aunque los anuncios sean muy simpáticos, terminan exasperando y cansando a todo hijo de vecino. Terminas odiando los anuncios y manifestando animadversión y antipatía por la empresa anunciadora, quien no tiene la culpa de esa pesadez.

Diez minutos antes de proyectar la película, los hombres de negro toman posiciones dentro de la sala. Ocupan cada salida, cada pasillo, cada sección del cine, vigilando cual rapaz a los pobres conejos. Ni un sólo movimiento sospechoso escapaba a su escrutadora mirada.

Después de la película, colas ingentes a la salida (tardé cuarto de hora) para recoger el teléfono móvil.

Expuesta mi experiencia, viene mi reflexión:

Suelo ir al cine entre 2 y 4 veces al mes, y solemos ir entre 2 y 4 personas. Soy amante del cine, pero ayer me sentí un delincuente, pero no por creer delinquir, si no por ser tratado como tal.

La industria del cine culpa a la piratería de sus pérdidas, pero no le tiembla el pulso en despilfarrar dinero en despliegues desmedidos como el de ayer, pagando sueldos y medios para evitar la piratería. Además, estas prácticas son de dudosa legalidad, pues tira a la basura la presunción de inocencia (derecho constitucional de nuestro país) de las miles de personas que estuvimos allí. Por otra parte, requisar teléfonos móviles y dispositivos electrónicos sin orden judicial tiene, cuanto menos, duda legal. Por otra parte, en este país existe una ley de protección de datos, llamada LOPD, la cual creo vulnerada en el acto de ayer, pues con cada teléfono móvil van muchos contactos y datos personales, tanto individuales como de empresas, y nadie ha garantizado que esos datos no van a ser copiados durante la proyección de la película, para después ser utilizado por la empresa para fines comerciales, investigación, o véte a ser qué. Yo, previsor, apagué mi móvil y quité la tarjeta SIM, pero lo que quedó en la memoria del teléfono se quedó expuesto.

La sensación de ser tratado como un delincuente (aunque sea presunto), es ya de por sí incómoda y denigrante. Imagínate que vas a una tienda donde robaron recientemente, y cuando entras tienes cámaras de seguridad, gorilas y dependientes vigilando cada movimiento que haces; que te requisan tu bolso o tu mochila a la entrada, que te registren y te cacheen a la salida. ¿Volverías a esa tienda?

Me parecen exacerbadas las medidas que tomaron. Señores: voy a ver una película, no voy a matar a nadie. Se le da más importancia a la piratería que al terrorismo, que al asesinato... Los medios que se despliegan son infinitamente mayores a las medidas de prevención y lucha contra el asesinato, el tráfico ilegal de armas, el contrabando, el narcotráfico, etc.

La mal llamada piratería no es culpa de cuatro pobrecitos que entran a un cine a grabar la película, y después la distribuyen en DVDs con una calidad paupérrima y execrable. Esto es sólo una consecuencia. La causa la tiene la propia industria cinematográfica, quien no ha sabido innovar y adaptarse al mercado.

Los clientes no piden sólo productos y servicios de buena calidad: piden también una buena relación calidad/precio, innovación y promociones especiales y exclusivas. Duele mucho gastar casi veinte euros por película y persona (contando entrada de cine y palomitas), y mas en estos tiempos de crisis.

¿Por qué no ofrecer cine en casa a través de internet, a través de una cuota económica? Si, por ejemplo, cada estreno costara 3 euros y en alta definición, películas de más de un año a 1,5 y películas antiguas bajo tarifa plana de 20 euros al mes, llegaría a miles de millones de personas de todo el mundo que sí podrían permitírselo, y las ganancias serían increíblemente superiores, ya que se eliminan intermediarios, salas de cine, logística, nóminas, etc. Esto eliminaría la mal llamada piratería, pues el servicio, la calidad y el precio no tienen competencia, y estaría alineado con las necesidades de los clientes. Iniciativas como Netflix, Spotify o Grooveshark, son la vanguardia del mercado del cine y de la música. El cine, al igual que el teatro con la televisión, no morirá, pues la experiencia de la sala es irreproducible en ningún otro lugar.

A día de hoy me pensaré el ir nuevamente al cine. No me gustó nada la experiencia de ayer. Quiero ir a un lugar donde me traten con una sonrisa e intenten ayudarme en todo lo que necesito. Repudio que me miren como a un delincuente y me traten como tal, que vulneren mi privacidad, que me requisen mi herramienta de trabajo y de comunicación personal, que queden expuestos los datos de familiares, amigos y clientes; que no pueda estar sentado tranquilamente disfrutando de una buena película porque ojos en la oscuridad acechan cada uno de mis movimientos, y que tenga que esperar una hora hasta que empiece la película, o hacer cola para recoger mi teléfono requisado... prefiero la tranquilidad de mi salón.

Señores de la industria del cine: No traten a sus clientes como delincuentes. Si el cine agoniza es por culpa de ustedes, de nadie más.