lunes, 3 de julio de 2006

Sueños tecnológicos


Nerea llegaba a casa con su automóvil. El sistema del vehículo informaba al sistema de su casa de que Nerea estaba llegando, y que Nerea era la persona que estaba al volante. Aún quedaba quince minutos, pero su casa inteligente fue preparando algunas cosas, como la temperatura interior de la vivienda, el calentamiento del agua para su acostumbrada ducha, y un proceso automático que recopilaba las noticias de su interés previamente guardadas en la memoria de su televisor.

Nerea apenas necesitaba el control de su vehículo para conducir. El propio vehículo mantenía la velocidad necesaria por la autovía, a través de los sistemas de frecuencia y por satélite que se instalaban en las carreteras. Asimismo, los radares prevenían accidentes, adecuando la velocidad a la distancia de los vehículos que le precedían.

A través del cristal del vehículo podía ver un holograma del GPS, sugiriéndole el camino a tomar según el tráfico que hubiera. Asimismo, podría también consultar las alarmas más urgentes de su agenda y consultar su correo electrónico a través de un reproductor de voz, o bien acceder a las funcionalidades electrónicas de su vehículo a través del tacto. Todo sobre el propio cristal del vehículo.

La muchacha ya veía la puerta de su casa, y el sistema fue abriendo la puerta de la rampa del garaje, permitiéndole el acceso. Al mismo tiempo, controlaba todo el perímetro exterior y la propia puerta para evitar el acceso a intrusos. Varias videocámaras de vigilancia capturaban todo tipo de imágenes las 24 horas del día.

Aparcó el vehículo en el garaje, mientras el sistema volvía a sellar el acceso a la vivienda, y permitiéndo a su dueña el acceso interior. Los detectores de movimiento iban encendiendo y apagando luces al paso de Nerea, y unos minúsculos altavoces del tamaño de una pastilla, y que pasaban desapercibidos por el mobiliario de la casa, reproducían la dulce melodía de un adagio, que era el tema preprogramado por el sistema para ese día y a esa hora. La música envolvía el ambiente sólo en aquellas habitaciones en las que Nerea estaba presente, desconectándose de aquellas que había abandonado.

Nerea se desvistió y encontró la bañera llena de agua, a la temperatura preferida. Se sumergió en el caliente líquido, mientras se relajaba escuchando la música. Después del baño se puso de pie. El líquido se vertió, aprovechándose éste para llenar cisternas y tanques para el regadío. En la misma bañera, un agradable chorro de aire caliente secó la piel y parte del cabello.

Una vez seca, se acercó al espejo para arreglarse convenientemente. Mientras se peinaba, el espejo le devolvía, además de su propia imagen, la imagen virtual del sistema, informándole de las incidencias ocurridas en la casa durante el día. Nada importante, tan sólo la intromisión de un pájaro en la casa, que hizo activar el sistema de alarma, y de la avería del sistema automático de riego.

Fue a la cocina y se preparó la cena. Extrajo un recipiente con comida ya preparada, la introdujo en el horno que ya estaba a la temperatura idónea debido al cálculo que hizo el sistema a su llegada. En poco más de 20 minutos ya tenía la cena preparada y fue al salón. Se sentó sobre su confortable sofá con reposapies automático reclinable, y con accesorio para mesita de comida que se situaba encima de su abdomen.

Un enorme cuadro decoraba el salón. Era de Las Meninas, de Velázquez. En ese momento cambió por el de La Creación, de Miguel Angel. Nerea dijo en voz alta una orden, y el cuadro se convirtió en un potente ordenador-televisor, llamado Centro de Control, con conexión directa a internet para navegar, consultar correos, utilizar el teléfono, acceder al sistema domótico de la casa, a la televisión digital. Todo estaba al alcance de su mano a través de un mando, o bien a través de su propia voz, o bien a través de la pantalla táctil del propio ordenador-televisor. Todo, absolutamente todo, era controlado desde ese aparato, incluyendo la lista y los hábitos de la compra (se realizaban los pedidos automáticamente al centro comercial), las tareas de la agenda, la temperatura del agua, los horarios de conexión y desconexión (riego automático, encendido de luces exteriores, sistema autónomo de vigilancia, etc.), la música de la casa, el tipo de noticias de interés, la agenda de teléfono... Mediante la voz, ordenó al Centro de Control que dejara de sonar la música, y que ahora le mostrara la selección de noticias de su interés, ocurridas durante ese día.

Una vez hubo cenado, recogió el plato y el vaso. La basura era recogida mediante un circuito interno, al que estaban conectadas todas las casas. Sólo había que verter sobre un agujero, el desecho correspondiente (plásticos, metal, papel, residuos orgánicos).

Fue nuevamente al salón. Eligió una tarjeta-película de un cajón. Era una tarjeta de apenas 4 o 5 centímetros cuadrados, y apenas dos milímetros de grosor. En su interior contenía una película en la más alta definición y calidad. Se introducía en una pequeña ranura en un lateral del ordenador-televisor. Aquel sistema era mucho más seguro que los arcaicos HD-DVD, Blu-Ray y DVDs de 20 años antes. Era mucho más barato de producir para las distribuidoras, mucho más fiables y duraderos (no se arañaba su superficie, ni se manchaba su medio de almacenamiento), y el precio por el que salía no compensaba, para nada, el precio de "planchado" de la película. Por tanto, no existía la piratería porque no merecía la pena piratear aquellas películas.

Podía haber alquilado una película directamente desde el ordenador-televisor. Existía una ingente base de datos con películas de todos los géneros y de todos los tiempos. El alquiler era barato y el ancho de bando para transferir la película online era vertiginosa. Pero Nerea tenía esa película, y no le apetecía mucho perder el tiempo navegando hasta encontrar la película.

Ordenó al Centro de Control que apagara las luces. Introdujo la tarjeta-película en el televisor. El sistema de alta definición y el audio alta fidelidad la transportó a un mundo mágico, con una experiencia única y espectacular. Las imágenes parecían salir del propio ordenador-televisor para representarse en el medio de su salón. Podía elegir cómo seguir la película, desde el punto de vista de uno un otro personaje, incluso ponerse en papel de un pájaro que va siguiendo todo el desarrollo de la película. También podía elegir qué hacer en determinados momentos de la película, con lo que la película podría desarrollarse de diferentes maneras, e incluso tener diferentes finales.

Cuando acabó la película, Nerea fue a su dormitorio y se durmió plácidamente, confiada de que su Centro de Control, velaría por su seguridad y la de su domicilio.

Dibujo: "Mujer durmiendo". Rubén Rivera.