jueves, 4 de diciembre de 2008

La crisis tecnológica y la flor de la mierda

Interesante artículo publicado por Alfredo de Hoces en su blog http://www.alfredodehoces.com/press/workflow-de-una-tormenta-de-mierda, cuyo título original es "Workflow de una tormenta de mierda".

Creo que a todos nos va a sonar todo lo que Alfredo cuenta con su habilidad narrativa, en forma de cuento o fábula. Desde que mi memoria alcanza (más de 15 años ha), esta historia la he visto repetida una y otra vez, cada vez con más ahínco.

Con su permiso, la publico en mi blog para deleite de todos.




“Plantad la semilla de la avaricia en la infértil tierra de la estupidez y obtendreis la bella flor de la mierda”
(Confucio)

Todo comienza con el delirio de grandeza de algún enano mental que siempre envidió todo aquello que no se merecía. Tal vez un complejo de inferioridad crónico, tal vez haber vivido a la sombra de un hermano mayor al que todo le fue bien, o quizás demasiada televisión. El caso es que llega un fatídico día en que nuestro enano mental, con mucho esfuerzo, obtiene una licenciatura. Ese atardecer se sube a una loma, diploma en mano, el rojo crepúsculo a sus espaldas, levanta la vista y clama al cielo:

“¡¡A dios pongo por testigo de que algún día sere alguien!!… ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día daré conferencias!!… ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día tendre un armario lleno de trajes de Armani!!… ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día, tomaré café con un presidente!!

Entonces se produce el milagro de la metamorfosis, pero al revés. En este caso muere una frágil mariposa y nace un capullo. Demos la bienvenida a Señor Don Capullo, visionario, emprendedor, director. Una corbata, un poco de fijador, un maletín negro con cierre dorado, una escoba por el culo. Se acaba de crear un desequilibrio en el sistema: el alter ego Don Capullo comprará cosas que enano mental no podrá pagar. Y hasta que alguien se de cuenta, se crearán deudas. Deudas que los de siempre tendremos que saldar.

Don Capullo es un tipo muy culto. Ha leído esa gran obra maestra de la literatura universal, “¿Quién se ha llevado mi queso?”. Le costó algún tiempo, pero entendió el mensaje: maricón el último y el que venga detrás, que arríe.

Don Capullo desea el queso. ¿Donde está ahora el queso? En internet. La semilla en forma de modelo de negocio ha sido plantada dentro del maletín negro; la flor de la mierda no se hará esperar. Ha nacido Smoke Solutions, ¡que empiece la función!

Lo siguiente es montar el escenario. Se alquila alguna jaula barata en cualquier zoológico tecnológico y se registra un dominio con gancho, algo que sugiera crecimiento, valor, futuro, en definitiva “ahora somos pequeños pero en breve duplicaremos su inversión”. Se recomienda darle un toque imperial (Roma, quizá Egipto) que sugiera grandeza cultural y una pincelada anglosajona que sugiera nueva tecnología. Entelequisys, Intelectis, Sinergius, Keopsolutions, Evolucius, Netsupreme… las combinaciones son infinitas.

Ahora se necesitan los actores. El actor ideal es aquel que realmente se cree su papel; los pollitos recien salidos del cascarón y los cuervos viejos y enfermos son los perfiles ideales. Don Capullo se rodeará de adeptos y les contará su verdad: “Yo soy el hijo del futuro, yo he visto la luz del mañana. Aquel que crea en mí hallará la vida eterna. Pero habreis de tener fé y nunca sucumbir a la tentación”. O sea, que mientras nos creamos el cuento tendremos un empleo para toda la vida (ja, ja) y si alguien alguna vez afirma “este tío no es mas que un enano mental y un farsante” le quemaremos en la hoguera. Es el demonio que se nos aparece en forma de programador listillo. Es el angel caído, que quería llegar más alto que dios.

La historia nos muestra lo efectivo de estas estructuras basadas en el “se cambia pan y consuelo por fé ciega”. Alguna va durando ya sus dos mil años.

Llega el día del gran estreno. Ya todos se saben sus papeles, que se repartieron en forma de Power Point, y les encantan. Aquel que compró el switch es el experto en redes inteligentes, el que arrancó el servidor el experto en desplegado de proyectos distribuidos, el que puso la “s” detrás del “http” nuestro experto en seguridad de la información, el que incluyó “encoding=UTF-8″ en el XML nuestro experto en internacionalización, y el que escribió el JSP de mil líneas sin un solo include o usebean, nuestro Java Gurú. Nervios. Se levanta en telón. El público, los posibles inversores, abarrota la sala. Se apagan las luces, se enciende el proyector. F5, ver presentación.

Durante dos horas damos un paseo por el mañana. Automatización, inteligencia artificial, naves espaciales. Teléfonos móviles con videoconferencia holográfica en 3D. Teletransportadores dimensionales. Le posicionaremos en el futuro. Le acercaremos a sus clientes. Le alejaremos de sus competidores. Mas aún, ¡desintegraremos a sus competidores! ¡Le meteremos en la cama de sus clientes! ¡¡¡Duplicaremos, triplicaremos, MILLONIFICAREMOS SU INVERSION!!! ¿HASTA DONDE QUIERE LLEGAR?

Fin de la función. Aplausos, lágrimas de emoción. Algunos inversores ya se frotan las manos. Se rumorea que viene de incógnito el asesor financiero de un presidente que quiere invertir parte de los fondos públicos en mejorar la calidad vida de su país, tan sólo a cambio de un paquete de acciones a nombre de su cuñado que desviará el cinco por ciento de la inversión a manos amigas en el mismo instante de la salida a bolsa (a nadie le amarga una isla en el caribe; son las pequeñas ventajillas de sacrificar altruistamente la vida de uno en pos del bienestar del pueblo).

Rueda de preguntas. ¿De que color serán las naves espaciales? Platino con vetas doradas. ¿Que alcance tendrán los teletransportadores? De una punta a la otra del planeta en un nanosegundo combinando supercuerdas y agujeros de gusano. ¿Que autonomía tendrán los móviles holográficos? Ilimitada gracias a la fusión fría. ¿Y cómo van ustedes a hacer todo esto? pregunta alguien. Incómodo silencio.

Los pollitos y los cuervos miran a Don Capullo, que se pone en pie con su mejor sonrisa de autocomplacencia y les habla de las sinergias, las convergencias, David y Goliath, las pirámides, Apple y el garaje de Steve Jobs, Yahoo y la furgoneta de Jerry Yang y David Filo. La semilla está ahí -señala a su maletín negro-, sólo necesita ser regada.

Pues nada, como el que no quiere la cosa ya tenemos cincuenta milloncitos de euros en una cuenta en las islas Caimán. Ahora hay que agudizar el ingenio y empezar a trincar. Cada pellizco al saco hay que justificarlo, así que echémosle imaginación. El primer canal de desviación de fondos es el salario (ya me dirán ustedes si 8000 euros netos al mes no es un salario excesivo para una simple escoba engominada).

Pero al salario se acostumbra uno pronto, que el mantenimiento del mercedes es costoso y los chalets en la sierra no los regalan. Hay que trincar más y mejor. Aquí se usa el sencillo método del “donete egipcio”. Saca uno los donetes (esos cincuenta milloncitos de euros en las Caiman) y le salen amigos por todas partes. Un amigo que nos hace un software, otro que nos vende unos equipos, otro que nos decora las oficinas. Luego se pone uno en postura egipcia y con la mano de arriba le acaricia el lomo al nuevo amigo mientras que con la de abajo trinca uno la comisión en negro.

Si las comisiones se quedan cortas también puede uno comprarse directamente a sí mismo mediante empresas fantasma a nombre del primo Eustaquio. Ejemplos prácticos: proyecto de decoración de oficina (un cuadro y dos macetas), doce mil euros. Sistema de CRM (una base de datos en access hecha en una hora) cien mil euros. Suma y sigue.

Durante un tiempo la vida es maravillosa. Se dan conferencias, se lucen trajes de Armani, se toma uno algun café con el presidente. Escapadas a la sierra, al caribe, paseos en descapotable. Ahí va un triunfador. Pero los donetes no se multiplican. Un día, a alguien le pica el bolsillo y pregunta: “¿Dónde estan mis minolles?”. Se empieza a tirar del hilo y se llega al ovillo: el maletín. Enseñe usted sus cartas, Señor Don Capullo. Abra el maletín.

Don Capullo convoca una macro reunión. Empleados, asesores, directivos, inversores. No falta ni el primo Eustaquio. Se va a destapar la caja de Pandora. Don Capullo sube al estrado, coloca el maletín frente a un ventilador bien grande, marca la combinación, y abre.

Todos de mierda hasta las cejas. Ruedan cabezas, llueven sanciones, denuncias. Los peor parados son los pollitos, pues se les acaba el sueño del experto-en-derivación-de-forlayos. En la próxima empresa habrá que bajarse del burro, aprender a picar y sudar tinta. Algunos nunca lo superan.

Una vez desmontado el chiringuito y pasada la tormenta, hay que recuperar la pasta. Don Capullo se aferra al “Santa Rita Rita, toda inversión es un riesgo”, y se lanza de nuevo a la búsqueda del queso, quizá en la patente de genes.

Así que lo de siempre. Se informa a la prensa del clásico “HAY CRISIS EN EL SECTOR”, “LA ECONOMIA ENTRA EN CICLO RECESIVO”, “ETAPA DE DESCONFIANZA”, etc. Que el inversor era un banco: se bajan los salarios y se suben los intereses. Que era una telefónica: se bajan los salarios y se suben los precios de la llamada. Nos jodemos los de siempre con el chantaje de siempre: o nos apretamos el cinturón o se cierra la empresa.

Hay un caso extremo: cuando se trata de los fondos públicos de un país y el trinque ha sido a gran escala, la flor de la mierda es regada en abundancia y finalmente da sus frutos: las cacerolas.