Hace poco se ha celebrado la Alianza de las Civilizaciones, en la que se sueña con un mundo más equitativo, donde los países más pobres y desfavorecidos puedan mejorar su condición, donde no exista la explotación de los niños, el repudio de las mujeres, el fanatismo religioso, la violencia, el terrorismo, la muerte por hambre o por enfermedades que se puede prevenir. Tras esta carta de buenas voluntades que llegan, como siempre, muy tarde, hay un pasado que los países ricos hemos provocado, y del cual nos hemos aprovechado por nuestros mezquinos intereses y nuestro enriquecimiento personal.
Creo, personalmente, que este mundo puede mejorar en todos los aspectos, y para mejorar todos tenemos que arrimar nuestro hombro junto al de nuestro vecino y trabajar por ello. Tener no sólo la intención, si no también la voluntad y la creencia firme y constante de que podemos hacerlo y podemos conseguirlo.
Sé que es muy complicado todo ésto, cuando en la vida cotidiana vemos cosas mucho más simples y que no ponemos remedio, o mismamente en nuestro propio vecindario, en donde discutimos por cuestiones que deberían mejorar nuestra comunidad y nuestra convivencia. El principal problema es la actitud individual de las personas. Pero si cada persona hace un hilo, hilo tras hilo podemos formar una gruesa e irrompible cuerda, y con ella conseguir aquellos objetivos.
Para esa Alianza de las Civilizaciones, para que este mundo esté más unido, se entienda mejor, colabore mejor, es necesario, indudablemente, una sociedad de la información unida, o por lo menos, compartida. Una sociedad de la información solidaria, a la que tengan acceso cualquier habitante de este planeta, sin censuras. Una sociedad de la información libre, en la que cualquier persona pueda tener una educación digna desde su casa, que pueda acceder a cualquier tipo de contenido; que pueda tramitar sus gestiones burocráticas, ya sea de administración pública, bancaria, médica o personal; una sociedad de la información que promueva la ciencia, la investigación, el desarrollo empresarial, de la cual nos beneficiemos todos, sin importar nuestra procedencia, edad, sexo, ideas políticas o religión. Una sociedad de la información que no discrimine a nadie.
La sociedad de la información es uno de los factores clave para que esa Alianza de las Civilizaciones pueda ser un hecho y no una simple lista de buenas intenciones. Y aquí es donde la tecnología puede aportar su lado humano, que demuestre que fue concebida para ayudar a la humanidad, y no sólo a los trajeados ejecutivos de una empresa.
Propongo, desde estas líneas, y desde mi más humilde deseo, crear una sociedad de la información para todos, una sociedad de la información justa, sin censuras, alcanzable para todos, desde el más rico, hasta el más pobre, desde una gran ciudad hasta el más remoto desierto. Una sociedad de la información que ayude a progresar a la humanidad, a dar riqueza a pobres lugares, a reducir el hambre en el mundo, a combatir la muerte por enfermedad, a reducir el sufrimiento, a conectar a personas con problemas y a buscar soluciones. Pido la creación de una sociedad de la información altruista para todos, que esté al servicio de la humanidad, de la que podamos beneficiarnos todos, pero, especialmente, los más necesitados.
Sé que esta proposición no es fácil de llevar a cabo, ya que la infraestructura, la logística , la coordinación y la diversidad de acciones son muy complejas. Crear un plan para llevar a cabo esta labor humanitaria requerirá de muchos planteamientos y, sobre todo, el apoyo de los gobiernos implicados, tanto a nivel económico como logístico o de seguridad en aquellas zonas donde exista peligro tanto en el material como en el de la persona.
Las ideas son bienvenidas, y las ayudas desinteresadas, tanto de organizaciones, empresas y gobiernos, serán los cimientos que puedan hacer de este mundo caótico y enfermo, en un lugar del que nos sintamos todos orgullosos, un lugar que lograremos dejar en herencia a nuestras nuevas generaciones. Y es éste momento, ahora, el mejor para poder llevarlo a cabo y poner fin a miles de años de desigualdades, guerras, destrucción, violencia, muerte y hambre. Esta es la oportunidad idónea para construir entre todos un mundo en el que realmente seamos habitantes de este mundo, y no de un pequeño terreno aislado de todos, que dentro sea nuestro refugio, y fuera de él la hostilidad. Donde podamos comunicarnos con todos, hablar de todo sin discutir, donde la diversidad de opiniones, ideas y conceptos sean la riqueza de todos.
A mí se me ocurren muchas ideas para llevar a la práctica. Pero todas estas ideas deberían ser transformadas en acciones que deberíamos hacer todos. Voy a comentar sólo algunas:
* Donación de viejos equipos informáticos, los cuales pueden ser reaprovechados por escuelas e instituciones de poblaciones necesitadas para poner a disposición de todos esa puerta a la sociedad de la información. Esto, además, reduciría drásticamente el vertido de basura tecnológica, y, por consiguiente, la contaminación.
* Reciclado de viejos ordenadores de empresas e instituciones administrativas.
* Despliegue de voluntarios que ayuden en el tejido de la sociedad de la información:
* Desarrollo de aplicaciones libres, que puedan ser compartidas y utilizadas sin licencias.
* Enseñanza en las escuelas
* Reparación de equipos
* Mantenimiento y soporte de los sistemas.
* etc.
* Creación de infraestructuras de comunicaciones baratas que lleguen a los puntos más lejanos e inaccesibles. El proyecto de routers wifi alimentados por energía solar del señor Negroponte es una referencia de partida.
* Organismos de regulación que velen por los intereses de esta sociedad de la información altruista y para todos, que comunique ideas y proyectos entre gobiernos, empresas, organizaciones y voluntarios, y, sobre todo, entre estos mismos organismos.
¿Por dónde empezar?. Por nosotros mismos. Si no empezamos por nosotros mismos, si no empezamos a tener conciencia de esta necesidad, si no creemos en este proyecto, si no actuamos en nuestro propio entorno, de nada sirve alcanzar fines mayores. Todo comienza con un paso, y el paso lo debemos dar nosotros mismos.