Durante más de veinte años he consagrado mi vida a la tecnología, pues me sorprendía cada día de cada novedad, de cada nuevo programa, de cada nuevo aparato, de cada nuevo "gadget". Viví el inicio de la informática accesible a un usuario normal, comenzando a programar en Basic y en ensamblador en un Spectrum Z80 de tan sólo 1KB de memoria RAM. La época de los 80 fue mágica, pues empecé a colaborar en empresas de videojuegos, empecé mi carrera, impartía clases de ofimática y de programación, accedí al mundo del PC cuando no tenían ni disco duro y había que arrancar con un disquette de 5 y cuarto (flexible), con un sistema operativo a base de texto y de comandos, sin ratón, ni iconos, ni imágenes, ni puertos USB, ni conexiones a internet y, en la mayor parte de las ocasiones, ni a una simple red local.
Durante todos estos años he sido testigo de primera fila de la evolución de la tecnología, y una mente sedienta de nuevos conocimientos, de novedades tecnológicas como la mía, estaba en el frente para absorber como un drogadicto cada dosis de tecnología: el Windows, los lenguajes de programación visuales, el diseño gráfico, la multimedia, el Java, el .NET, el RFID, la mobilidad, las PDA's, los BPM (Business Process Management), los frameworks, Linux... Y mi ilusión de poder aplicar las nuevas tecnologías en cada nuevo proyecto, identificar sus puntos débiles y sus puntos fuertes, optimizar su uso y recomendar mejores prácticas.
Puedo considerarme afortunado por estar en un grupo selecto de mortales que accede y entiende un poco de tecnología, sacrificando mucho en su vida personal, especialmente tiempo con su familia o con sus amigos.
Aquí es donde quiero llegar, pues la tecnología parece volverse como una droga de verdad, que te hace consumir más y más, de gastarte más y más pasta en nuevos cachivaches (teléfonos móviles, pda's, gps, reproductores mp3, reproductores DivX, home cinema, televisores de plasma, videoconsolas, cámaras digitales, etc.), con el fin de satisfacer tu "mono". Pero en realidad nos dejamos atrapar como moscas en esa pérfida telaraña tejida por las grandes multinacionales para consumir.
No niego que la tecnología sea útil, ya que sin ella no podemos hacer cosas de forma segura, como comprar sin dinero, acceder a información sin límites a través de internet, programar tus vacaciones, buscar cualquier cosa y comprarla, poder comunicarte desde cualquier lugar y en cualquier momento, llevar tus películas o tus documentos en un bolsillo, realizar transacciones bancarias desde casa, hacer más segura la conducción del automóvil, etc. Pero, ¿no nos está esclavizando cada vez más, generando necesidades que nunca habíamos tenido?. ¿No estamos siendo sumisos delegando y confiando en la tecnología las cosas que deberíamos hacer nosotros?. ¿Qué ocurriría ante un apagón tecnológico?. ¿Qué ocurriría si un día deja de funcionar internet, o la web de nuestro banco, o la línea de nuestro teléfono móvil, o el control de tracción de nuestro coche, o nuestro pendrive en mitad de una importante presentación?
Somos tecnodependientes. Día y noche. A cualquier hora o minuto del día. Y cuando llevamos un rato sin colocarnos con algo de tecnología, es como si no tuviéramos tabaco. Muchos de nosotros en nuestras vacaciones se vuelve intranquilo si no hay un televisor, o si no hace una llamadita tonta con el teléfono móvil, o no tiene acceso a internet para consultar algo.
Esta tecnodependencia deriva en muchos síntomas de diversa índole, provocando también infinidad de situaciones atípicas comparándolo con un pasado de hace 20 años. La forma de hacer negocios o de trabajar se ha vuelto muy diferente. La productividad se ha disparado, los objetivos se vuelven inalcanzables, la creación de proyectos se vuelve surrealista, la sinergia entre compañeros se vuelve a veces irracional, la competitividad se cimenta en usar lo último en tecnologías intentando ser los yonquis más destacados, la capacitación de técnicos es irreal, se hacen apuestas en negocios "humo"...
La tecnodependencia crea mundos y ambientes virtuales de placer y regocijo, que te evaden por completo de la cruda realidad. La tecnología es el opio de esta nueva era, y alcanza a cualquier clase social. Eso sí, al igual que ocurría con la heroína y la cocaína, hay clases de tecnología, y si quieres tecnología de la buena debes tener poder adquisitivo para codearte con los "guapos". No es lo mismo comprarte una PS3 o una Wii, que una PS2 de segunda mano y a plazos. No es lo mismo tener un smartphone (teléfono móvil + PDA) que tener el móvil que te regalan por unos miserables puntos. No es lo mismo tener un ordenador portátil extraplano y cargado de todo, que un simple ordenador de sobremesa de saldo. No es lo mismo tener un mega televisor de plasma de 72'' a tener uno de LCD de 17''. No es lo mismo tener una cámara reflex digital con un manual de 500 páginas para conocer sus funcionalidades a una camarita de andar por casa.
Y uno reflexiona sobre todo esto y se asusta cuando un frío viento cala en tus venas cuando salta del mundo "Matrix" a la realidad, y se da cuenta de muchas cosas. Se da cuenta que la tecnología le domina a uno y no al revés. Se da cuenta de que el tiempo que se despilfarra navegando por internet o jugando con los aparatitos estarían mejor invertidos en la familia. Se da cuenta de que el dinero invertido en estar al día no era necesario, pues aquellos aparatos están pudriéndose en un oscuro cajón tras haberse estrenado, y que ese capital podría haber sido mejor invertido en una buena cena familiar o en unas vacaciones de un puente o en algo mucho más útil. Se da cuenta de que el tiempo es la materia de lo que está hecha la vida, y que, literalmente, se desperdicia una importante cantidad de vida en una ilusión, en el sinsentido de una dependencia que la mayor de las veces te tiene idiotizado, y de la que sacas muy poco provecho.
La tecnodependencia te introduce en un estado de felicidad virtual, separándote de una felicidad real que no sabes sembrar ni cosechar. Es más fácil evadirse en placeres fáciles y accesibles, pero vacíos, que luchar y sufrir por alcanzar el placer de la consecución de un objetivo difícil. La tecnodependencia te hace sentir superior, invulnerable, anónimo, especial... Te lleva a sitios remotos en unos instantes, te lleva a conocer a gente especial, te lleva a realizar cosas que en la vida real no se llegaría ni a imaginar. En la realidad debes esperar y cansarte en un largo viaje, la gente que conoces la conoces bien y parecen no tener nada especial ni mágico, y cualquier cosa que hagas en la realidad cuesta mucho hacer las cosas.
La realidad es que tu vida está tejida por las hebras del tiempo. La realidad es que la felicidad es la que tú te labras, la que tú quieres y como quieres, con tecnología o sin ella. La realidad es que tu vida se apoya firmemente en los pilares de las relaciones humanas, ya sea con la familia, los amigos, los compañeros, los clientes, los proveedores, etc. Sin ellos, tu vida estaría vacía.
Puede que lo contenido en este artículo sea un drama, pero invito al lector a hacer un análisis saliendo de "Matrix", y pensando qué se hace con la tecnología que uno posee o que quiere poseer, si realmente es necesaria, y si lo invertido en ella es realmente útil. Invito al lector a replantearse su vida sin una tecnodependencia, a desengancharse de ese "mono" tecnológico, y a replantear su vida de una forma más útil y realista, mejorando sus relaciones con familiares, amigos, compañeros, etc. Invito al lector a ser más inteligente que las multinacionales que nos proveen de esa droga, y que seamos nosotros mismos los que dominemos inteligentemente la tecnología, poniéndola a nuestro servicio, y no al revés. Invito al lector a saber decir "no" a un capricho pasajero, y sólo invertir en la tecnología de la que realmente uno va a sacar provecho, y estar preparado para realizar lo mismo sin ayuda de la tecnología.
¿Con qué porcentaje de realidad o de virtualidad quieres llenar tu vida? ¿Prefieres saciarte de felicidad fácil para evadirte de los problemas o luchar con esos problemas y alcanzar con esfuerzo la felicidad que produce el éxito? ¿Prefieres que te hagan feliz momentáneamente con drogas, o merecer una felicidad duradera luchando? Sólo de ti depende.
Rafael Hernampérez