El título hará reír a más de uno, puesto que la Ley Sinde será aprobada por una mayoría aplastante de parlamentarios, pertenecientes a PSOE, PP y CIU. Pero su aprobación no será un triunfo, si no un rotundo fracaso.
No puede ser un triunfo aprobar una Ley que perjudique a 45 millones de españoles, al desarrollo y a la competitividad de empresas innovadoras, o que la inversión no entre en nuestro país para irse a aguas más tranquilas, cuando la crisis y el paro demandan quitar frenos y lastres.
No puede ser un triunfo que esos parlamentarios den la espalda a los millones de personas que les votaron, pensando únicamente en sus propios intereses o callar ante las directivas de sus partidos.
No puede ser un triunfo que esta Ley se apruebe por un pacto entre adversarios, y que el resultado de dicho pacto sea la reforma del canon digital, declarado ilegal por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, tratando de aplicarlo a más dispositivos o medios, e incluso a las comunicaciones (como la ADSL).
No puede ser un triunfo que esta Ley la proponga el Partido Socialista, cuando en 2002 se opuso a los mismos propósitos de la misma, dentro de la LSSI que pretendía aprobar el PP, entonces en el Gobierno.
No puede ser un triunfo apartar a los jueces de sus competencias para cerrar páginas web que contengan enlaces, o que un comité administrativo afín a los intereses de un gobierno manipulado por los lobbies de la cultura, pueda cerrar cualquier servicio de la red por interpretar (de forma preventiva y ambigua, por simple presunción) pueda causar dolo patrimonial. El motivo de esta aberración es como quitar al árbitro de un partido que siempre ha pitado con juicio e imparcialidad según las leyes de la democracia, la libertad y la justicia, para relegarlo a la banda, y poner un árbitro que pite a favor de sus oscuros intereses.
No puede ser un triunfo aprobar una ley paradójicamente ilegal, pues viola el artículo 20 de la Constitución, al suplantar las funciones de un juez. Asimismo contraviene las directivas europeas del Comercio Electrónico y de la protección de datos.
No puede ser un triunfo una ley que, de aplicarse estrictamente, podría criminalizar a buscadores (como Google), o a servicios Web 2.0, como redes sociales (Facebook, Tuenti…), blogs (Blogger, WordPress…) o microblogging (Twitter). Cualquier usuario que deje un comentario, opinión, respuesta, etc., a otros usuarios, puede dejar un enlace a una obra. ¿Hay que controlar y censurar la participación viral?. La Ley Sinde atenta contra la neutralidad en la red y los derechos fundamentales de la libertad de expresión y de la participación, imponiendo la censura.
No puede ser un triunfo una ley estéril que no puede aplicarse a lo que pretende defender. No tiene jurisdicción sobre servidores ni páginas alojadas fuera del país (más del 90%), ni sobre aplicaciones P2P, las cuales no usan páginas de enlace, si no buscadores. Además, las páginas de enlace no contienen obras, ni reproducen ninguna parte de las obras, ni las difunden públicamente, por lo que no hay delito contra la propiedad intelectual ni contra los derechos de autor, como así han interpretado y fallado todos los jueces hasta el momento, a los que ahora van a despachar por estorbar.
No puede ser un triunfo una ley que va a aprobar un gobierno títere y manipulable, que cede a los caprichos de otro país (EE.UU), menoscabando y poniendo en duda nuestra propia soberanía. Así como tampoco, que ceda ante los chantajes de los lobbies culturales, un grupo exclusivo y privilegiado, anteponiendo los intereses de este sector minoritario a los derechos fundamentales de todo un país.
No puede ser un triunfo una ley que blinda aún más derechos y leyes feudalistas sobre la propiedad intelectual, en lugar de reformarlas, mejorarlas y adecuarlas al Siglo XXI, condenándolas a prolongar su extinción por la vía más agónica y dolorosa, que es la disconformidad y el rechazo de toda la sociedad española, quien tiene el derecho a una cultura libre y abierta.
No puede ser un triunfo una ley que, en lugar de ayudar a la industria cultural a ser más innovadora, competente, solvente y rentable la entierra en un prehistórico y desgastado modelo de más de un siglo. El Siglo XXI está aquí, la sociedad de la información es nuestra sociedad, la tecnología es el trampolín de la cultura y de la empresa. Empresas como iTunes, Netflix, Spotify o Kindle, han demostrado que las nuevas tecnologías abren un mercado mucho más rápido, más directo, más accesible, más económico, más rentable y más lucrativo, siendo, además, más justos en la explotación de las obras y en la remuneración a los autores. Esta ley supone situar a España en la cola cultural y empresarial, algo así como obligar a los taxistas seguir usando una calesa tirada por un caballo, cuando el resto del mundo se mueve con el automóvil.
No puede ser un triunfo una ley que sigue discriminando y sometiendo a los autores y artistas a las normas dictadas por el lobby cultural, que imponen la exclusividad y una pesada hipoteca sobre las obras y los propios autores, en lugar de impulsar y promocionar alternativas más abiertas, libres y respetuosas de derechos de autor, como el Copyleft o la Creative Commons.
A tenor de todo lo anterior, la Ley Sinde, a pesar de que sea aprobada en el Congreso, realmente habrá sentado un precedente de repudia y rechazo en los ya más que hartos ciudadanos, autores y empresarios de la industria cultural, atónitos e impasibles ante las tropelías constantes de los lobbies. Creará más rechazo hacia los partidos políticos que darán el SI a esta ley, al sentirse defraudados y traicionados. Y eso pasará factura en las urnas.
Al final, la Ley Sinde será derogada ante su inutilidad y por el daño ocasionado, para vergüenza de todos. Será un rotundo fracaso.