Dice el cancionero
popular que "algo se muere en el alma, cuando un amigo se va". Hay
hombres que pasan por el mundo dejando una huella imborrable y duradera,
hombres que son grandes por el espacio que ocupan en el mundo, pero
sobre todo, por el vacío que dejan cuando ya no están.
Ha
fallecido Steve Jobs, un visionario, un genio, un talento portentoso de
los negocios, de la tecnología, de hacer todo humano y sencillo.
Revolucionó la tecnología, sembrando muchas veces la polémica por su
forma de hacer las cosas. Se atrevió a llegar donde nadie imaginó o se
atrevió. Por ello, se ganó muchos enemigos envidiosos de su genialidad.
Yo
he sido siempre crítico a los productos y a las prácticas de Apple,
pero también he sido un admirador de la belleza, de la sencillez y de la
innovación que Apple ha plasmado en sus productos. Detrás de todo eso
ha estado Steve Jobs, el espíritu de la manzana (Apple). Su mente, su
genio, su talento, su visión, su magia... se han desvanecido hace unas
pocas horas, tras una larga, agónica y titánica lucha contra el cáncer
de páncreas. Pero su recuerdo permanece, señalándonos la senda que
podemos seguir hacia un mundo más humano y mejor.
Gracias,
Steve, por todo lo que has hecho, por todo lo nos has dejado, por las
lecciones que nos has dado, por el calor de ese corazón que ha dejado de
latir para siempre. Gracias por decirnos que podemos lograr todo
aquello que imaginemos. Te recordaremos siempre. Adiós. Descansa en Paz.