martes, 18 de octubre de 2011

Una semana de desintoxicación tecnológica

A continuación se documento un experimento vivido en primera persona, para evaluar hasta qué punto nos afecta la dependencia a la tecnología, acuñada como tecnodependencia. Los datos aquí ilustrados son meramente personales, aunque pueden coincidir con un porcentaje importante de la sociedad.

El reto era vivir durante una semana sin conexión a redes sociales y sin usar el teléfono móvil.


Introducción

En primer lugar, he de describirme como un tecnoadicto desde que a principios de los años 80 me acerqué por vez primera a un ordenador personal de 1KB de memoria RAM (el mítico Spectrum Z80). Mi vida se vió arrastrada a un maravilloso mundo de información interpretada para según que fines, principalmente para el software. He hecho carrera en el mundo del software y la consultoría, siendo activista del software libre desde hace más de una década. No quiero aburrir con mi Currículum ni mis conocimientos. Tan sólo dar una pincelada de un recién estrenado cuarentañero que se crió en el albor de la informática personal y profesional.

Poseo un teléfono móvil de última generación: un Samsung Galaxy ACE. Cuando lo adquirí hace ya seis meses, exigí no tener una tarifa de datos. El motivo de esta decisión es que me paso más de 12 horas al día frente a un ordenador, y la pantalla y el teclado de éste me dan las prestaciones que no me da el teléfono. Asimismo, si he de usar una conexión de datos, prefiero usar la Wifi de casa o las Wifis públicas que encontramos en edificios de la Administración Pública o de los centros comerciales. Tampoco hago uso del correo o de las redes sociales en mi teléfono (por las razones esgrimidas antes), por lo que no tengo instalados programas del tipo What's Up, Twitter, Facebook, etc. Lo que sí utilizo y aprecio de forma adicional es la cámara de fotos y el GPS. Mi uso principal del teléfono es su concepto básico: realizar y recibir llamadas telefónicas, y algún que otro SMS.

En la actualidad, y desde hace mucho tiempo, utilizo las siguientes redes sociales: Facebook, Twitter, LinkedIn, Xing, Tumblr, Picotea y Google+ (hace tiempo abandoné MySpace, Tuenti y hi5). En el trabajo, suelo utilizar Picotea, Tumblr y Google+, ya que el proxy no lo tiene capado, y además, en Picotea y Tumblr me replica los posts a Facebook y Twitter automáticamente y por detrás, sin pasar por el proxy. El uso que le doy es de unos 10-15 minutos cada varias horas de trabajo (unas dos o tres veces al día), devorando rápidamente todos los post que me comparten (principalmente noticias tecnológicas y de actualidad), que después filtro y replico de forma implacable. En casa, puedo tirarme dos o tres horas diarias por la noche actulizando y compartiendo noticias y reflexiones, además de comunicarme por mensajes, eventos o compartiendo álbumes, debido a mi papel de político (voy a omitir publicidad de mi partido en época de precampaña, aunque much@s ya lo conocéis)


Día 1: Lunes 17 de Octubre de 2011
El teléfono móvil está guardado en el cajón del despacho de mi casa, completamente apagado. Tanto en el ordenador de casa como en el del trabajo he cerrado todas las pestañas por defecto asignadas a redes sociales.

A lo largo del día tengo tentaciones de llamadas de teléfono que podría haber recibido, todas ellas importantes, de asuntos pendientes o en el aire, tanto personales como de actividades políticas. He llevado el coche al taller para una revisión y el cambio de pastillas de freno. Doy el teléfono de mi esposa, para contactar cuando acaben. Empiezo a percatarme de la necesidad y utilidad del teléfono, más allá de la dependencia en sí. No es plan dar teléfonos de otros para que me localicen, ya que es molesto para los que han de atender mis llamadas.

En cuanto a redes sociales, sufro de ansiedad. Me muero de ganas por saber qué está pasando en el mundo. Echo de menos las noticias que me vienen en forma de flashes (mensajes cortos de microblogging, con el correspondiente enlace a la noticia). Me molesta tener que buscar en el buscador las noticias o acceder a medios de prensa online. Me cansa mucho y rápidamente, y además me despista.

Sufro también ansiedad por saber quiénes me siguen, me contestan, me dejan comentarios, me replican... Sufro por no seguir a mis contactos principales, saber qué han publicado, dejar comentarios, replicarles, compartir sus enlaces, ver sus fotos...

Estas ansiedades duran todo el día. En casa, por la noche, mi mente se embota por no saber qué hacer fuera de las redes sociales. ¿Qué visito si no puedo compartirlo con mis amigos, ni decir "Me gusta", "+1", Twittear, etc...? Me he vuelto muy cómodo obteniendo en forma de flashes los titulares de todas las noticias que me gustan, en lugar de buscarlas. Empiezo a darme cuenta de la dependencia que tengo a las redes sociales. En realidad no me concentro en tareas realmente importantes para mi. No puedo concentrarme en tareas concretas, y me disperso tanto que termino no haciendo nada.


Día 2: Martes 18 de Octubre de 2011

Gracias a la ausencia de redes sociales, mi concentración en el trabajo ha crecido espectacularmente y mi día laboral ha sido de los más productivo. He podido finiquitar los más de 200 correos electrónicos que tenía pendientes, chequear todas mis tareas pendientes y llevar al día mi trabajo diario. He conseguido quitarme la bola que me agobiaba.

Algunas veces me ha entrado "el mono" de redes sociales, especialmente en los ratos que menos carga de trabajo tenía. La ansiedad persiste, pero lo he controlado y he seguido concentrándome en el trabajo. Sigo teniendo algo de dispersión, pero mi nivel de concentración ha crecido espectacularmente.

Por la tarde, a las 7, he tenido que encender de nuevo el teléfono móvil. Me han bombardeado el correo electrónico con amenazas si no me localizaban. Hay cosas muy urgentes e importantes que me reclaman para el partido de cara a lo que queda de precampaña y para empezar la campaña. Siendo coordinador territorial de 30 localidades es necesario tener conmigo contacto directo y en tiempo real.

La lección de este segundo día es que el teléfono móvil es una herramienta imprescindible para la comunicación, quizá la más importante de todas. Quizá también sea la que mejor uso le damos, pues nos cuesta dinero, y cuando duele en el bolsillo se procura darle sentido y utilidad a su uso. Yo, al menos, no estaba todo el día enganchado al What's Up o al Twitter o al Facebook. Puede llegar incluso a molestar estar reunido o tomando algo o compartiendo algún momento, que uno no haga caso, se aísle por atender al teléfono.


Día 3: Miércoles 19 de Octubre de 2011

Resulta curioso el ruido que deja tanta información y la adición que podemos llegar a tener. Nunca antes hemos podido acceder a tanta, y sin embargo, estamos expuestos al caos de información. Creo que habría que enseñar cómo gestionar la información, clasificar, catalogar, priorizar y, sobre todo, identificar información de calidad, para no ahogarnos en las mareas de datos.

El día de trabajo ha sido muy productivo, y he podido realizar más cosas de las que podía imaginar. Mi concentración ha mejorado, aunque a veces echo de menos poder mirar quién está y qué ha compartido. El impulso es controlable. No tengo un síndrome de abstinencia tan potente.

He reflexionado largo y tendido sobre la verdadera utilidad de las redes sociales y uso eficiente de las mismas. Aún me queda mucho por discernir, por lo que esperaré al último día para escribir mis conclusiones. Sirva como adelanto que deberían existir cursos sobre este asunto, y enfocarlo especialmente en aprovechar las cualidades de las redes sociales y sobre uso. Por poner algún ejemplo: tengo casi 1200 amigos en Facebook, pero, sin embargo, no tengo más contacto que con apenas 30. Deberíamos aprender a poner un límite a nuestra agenda, hacer limpieza de amistades, enfocarnos en foros que vayamos a seguir realmente de forma cotidiana, en lugar de acumular cientos de páginas y temas por curiosidad o por recomendaciones. Otro ejemplo es saber elegir y limitar el número de redes sociales. ¿Para qué tantas? ¿Por qué replicar lo mismo en todas? Lo más importante de nuestras vidas es el tiempo, y hemos de administrarlo muy bien. Dedicar parte del mismo a cultivar amistades o redes de contactos (networking) es un tiempo bien invertido, hasta cierto punto. Hay que saber dónde está ese límite y cómo exprimir la utilidad y la productividad de estas maravillosas herramientas.


Día 4: Jueves 20 de Octubre de 2011

Hoy he tenido el día libre por asuntos propios, por lo que no me he acercado a un ordenador hasta ahora, las 19:44 horas. No he tenido mono de redes sociales, aunque por el chat de Gmail, un amigo me ha comentado la noticia del día: la presunta muerte de Gadafi. En ese momento, el mono se me ha disparado y he corrido a ver la noticia. La adición estaba escondida y ha saltado como un resorte a la mínima oportunidad. Pero lo he hecho sin acceder a ninguna red social, si no por el buscador. He estado tentado de ver esta y otras noticias del día, así como compartir todo. Pero no me ha costado reprimirlo.

En cuanto al teléfono móvil, me he dado cuenta de que hago un uso responsable y productivo del mismo. Hoy he realizado algunas llamadas realmente importantes. El coste de las mismas está bien invertido.


Día 8: Lunes 24 de Octubre de 2011

He estado tres días sin actualizar el blog, ya que he estado completamente desconectado de Internet. El viernes 21 tuve un día muy complicado en el trabajo, lo exigió de mi el 200% de mi concentración. También fue mi cumpleaños, el cual fue celebrado durante del fin de semana y, como podéis imaginar, estuve ocupado en otros quehaceres más cotidianos y físicos. Por tanto, tres días sin tecnología alguna, a excepción, como bien podéis imaginar, del tan útil teléfono móvil.


CONCLUSIONES

Tras esta semana de experimentación, he podido experimentar por mí mismo que generamos nuestra propia dependencia hacia la tecnología, pero no sabemos utilizarla de forma responsable, lo que hace evidente que se generen cursos acerca de entrenar a las personas sobre el uso de de la tecnología.

Vivimos en la era de la información, y nos maravillamos de poder tener acceso inmediato a cuanta información queramos, con tan sólo un clic. Podemos conseguirla desde nuestro teléfono móvil o desde el ordenador de nuestra casa. Pero, ¿realmente esto es bueno? ¿No tenemos demasiada información? ¿No sufrimos gula informativa? ¿No estamos también consumiendo información contaminada? La información es, posiblemente, el mayor poder que tenemos en nuestra sociedad actual, pero también es el poder más manipulado y tóxico que existe. Entre tanta y tanta información hay también desinformación, información falsa, información manipulada, información extraída de contexto y utilizada para inculcar creencias intoxicadas. Tendemos a recopilar información de una forma descontrolada y sin analizarla. Al final tendemos al caos y a la acumulación de basura informativa.

Teniendo en mente este concepto, ¿qué puede estar pasando en las redes sociales? Tenemos cantidades ingentes de amigos a quienes jamás hemos visto, y les confiamos nuestros secretos. Tenemos amigos que publican noticias, blogs e información que puede venir ya intoxicada. ¿Y qué decimos de la seguridad? ¿Sabemos acaso qué hacen con los datos de nuestra actividad en las redes sociales? Formamos parte de estadísticas y de análisis de cuando hacemos y publicamos en las redes sociales. Pueden saber cuántas veces nos conectamos, cuánto tiempo, a qué horas, con qué frecuencia, sobre qué temas leemos o estamos interesados, quiénes son nuestros amigos, qué relaciones tenemos en distintas jerarquías, qué publicamos, qué decimos en los chat... Si nos detenemos a pensarlo, la sangre se nos helaría.

No trato de ser conspiranoico, pero los hechos son evidentes, y Facebook, por ejemplo, ha sido acusada muchas veces de actividades similares, o de políticas de seguridad muy sospechosas.

Las redes sociales son herramientas que son útiles para la sociedad, que incrementan la relación entre individuos y grupos con intereses afines, y además desde la comodidad de casa, sin las limitaciones del espacio o del tiempo.

Sobre este tema se pueden escribir montañas y montañas de libros, pero a la conclusión que quiero llegar es: ¿realmente necesitamos las redes sociales? Pensémoslo detenidamente. Intentemos repetir este experimento y tomar conciencia desde otra perspectiva sobre si las redes sociales son realmente útiles o son un entretenimiento más, una forma de alienar o distraer a las masas de los problemas reales, ya sean los cotidianos o los problemas de calado social, político, económico, mundial...

Creo que las redes sociales pueden ser útiles cuando realmente seamos responsables de su uso, de conocer qué hacen realmente y los peligros que entrañan, así como también qué podemos aprovechar y cómo. Creo que una red social es útil cuando une a grupos e individuos por temáticas concretas y no dispersas, cuando los involucrados en esa red sí se conocen personalmente o se tiene una relación más intensa que la de un simple amigo agregado, cuando esas relaciones funcionan entre sí, fluyendo de uno a otro lado, coordinando ideas y proyectos, tomando acciones para avanzar en objetivos comunes...

¿Cuántos amigos de verdad tienes realmente en tus redes sociales? ¿Con cuántos de ellos sueles comunicarte y con qué frecuencia? ¿Qué haces con esos amigos realmente útil, y o perder el tiempo en vanalidades? Estas tres preguntas son clave para empezar a tomar conciencia de qué uso damos a las redes sociales. A partir de ahí podemos ir planteando más cuestiones y despejando más bulto hasta obtener una red social práctica.

Por mi parte, voy a reducir mis redes sociales a la mínima esencia. Voy a revisar mis amistades y empezar a eliminar lo superfluo para quedarme únicamente con lo que necesito y me interesa. Dejaré de perseguir noticias y replicarlas, para centrarme únicamente a mis pensamientos y reflexiones. Después de esta semana sin redes sociales tengo una conciencia más limpia y menos contaminada.