martes, 21 de febrero de 2006

Los dados perdedores

Los dados fueron tirados con la certeza de perder. Así ha sido. El proyecto ha sido cancelado por recortes presupuestarios. Aún no sé en qué ha quedado ni los detalles del mismo. Lo único que es cierto es que el proyecto termina antes de empezar. Han sido tres meses perdidos. Hoy será oficial esta noticia (la estoy adelantando) y os contaré qué ha ocurrido.

Ayer llamé a mi buen y leal amigo Angeliyo del Infierno, a quien tuve la oportunidad de rescatar de un pozo de depresión e inmundicia. En aquel momento la persona positiva era yo, y la negativa era él. En esta ocasión, el positivo era él, y el no tan positivo era yo.

Me ilustró con cosas que yo mismo le había enseñado, y que mi proyecto, a pesar de sus desavenencias, tiene cosas positivas y hay que aprender de ellas. Es cierto, porque hasta la inmundicia es útil. Tengo mucha suerte de contar con amigos como él. No estoy solo.

Ayer llegué a Inglaterra con fiebre, y con dolor de cabeza, oídos, ojos, garganta, espalda… además se juntó con un acceso de gota que llevo arrastrando desde la semana pasada, momento que se juntó con la operación de mi madre. Asimismo, para poner la guinda a ese pastel, sufría de una gastroenteritis galopante, por lo que, uno estaba muy débil, como si fuera el sparring de Mike Tyson. Me dolía todo, incluído cada cabello de mi cuerpo (no es una exageración). Creo que he perdido 3 kilos en un mismo día debido a la fiebre (lo noto en mi abdomen), y que he perdido cabello. Estoy deshidratado, ya que ni siquiera podía sostener un vaso de agua para beber o un tenedor para comer. De hecho no comí ni cené nada, a pesar de obligarme. Y esto no es por una depresión, ya que lo padecía antes de tener la noticia. Esto ha sido por un problema de salud, y, como yo, lo padecía mi mujer, mi hija y mi sobrino (de momento), y también un compañero mío, quien al igual que yo se quedó en el hotel para sudar y pasar la enfermedad lo mejor posible.

Hoy me siento como si me hubiera tumbado en plena M30 y me hubiera pasado por encima todo el tráfico de Madrid en hora punta. Estoy muy débil, y anímicamente… bueno, no estoy tan animado, ya que me hubiera gustado demostrar en este proyecto lo mejor de mi, y no he tenido esa oportunidad.

Por otro lado, me dolió mucho no haber podido trabajar ayer, ya que tenía una cita con dos buenos amigos míos, que me hacen pasar buenos ratos a través de la mensajería instantánea, haciendo que la distancia (miles de kilómetros) no exista. Normalmente cumplo mi palabra, cueste lo que me cueste. Pero ayer me fue imposible siquiera avisar de mi ausencia. Lo siento.

Como veis, no ha sido muy halagüeño venir a Inglaterra, con toda la serie de catastróficas desdichas.

Pero hay que tener la mente fría, y el corazón caliente. Hay que levantarse a pesar de la debilidad y luchar por seguir de pie.

El domingo leí un libro interesante, llamado Dios vuelve en una Harley. El libro en si es muy sencillo de leer, y encierra algunas sabias frases. La más importante (para mi gusto), es una que he leído hasta la saciedad en otros muchos libros y que yo mismo he aplicado a mi vida: vive cada momento como si fuera el último. Aunque en este libro, la frase literal era: Vive el momento, pues cada uno es precioso y no debe malgastarse.

Esta simple frase encierra una sabiduría infinita para ser feliz: vivir el momento. Siempre vamos por la vida complicándonos nuestra existencia, criticando nuestro destino, siendo infelices, cuando, en realidad, muchos millones de personas matarían para vivir de nuestra manera, sin carencias. Me lamentaba por no tener dinero para comprarme unos zapatos, hasta que conocí a alguien que no tenía pies.

Vamos por la vida creyendo que somos inmortales y que nuestra hora nunca llegará. ¿Acaso sabemos cuándo será nuestro último hálito?. ¿Acaso conocemos el último hálito de los que nos rodean?. ¿De qué nos sirve tanta riqueza, tanto dinero, tanto capricho, tanto coche, tanta casa, si al poner los pies en la tumba ahí se quedan para el deleite de los que nos preceden?. Las tumbas se abren a cada instante, y se cierran para siempre, decía un proverbio chino.

Lo único que realmente tenemos es este instante, este momento. Esa es la única verdad. Cada momento que malgastamos es un precioso paréntesis de felicidad que dilapidamos.

Creo que no merece la pena seguir escribiendo acerca del destino de mi proyecto, y sí sobre los proyectos que pueden venir. Mi empresa tiene cuatro o cinco proyectos en cartera para reubicarme, y eso no lo ha hecho ninguna otra empresa por mi. Por tanto, no debo preocuparme de mi futuro (ya que todavía no existe), ni tampoco de mi pasado (ha pasado y no se puede cambiar). Lo único realmente importante es este momento, que gozo a pesar de mi deteriorada salud, con todos vosotros, amigos lectores. En este mismo momento soy feliz a pesar de mis dolores y de mis problemas. Acabo de mirarme en un espejo y he sonreído. Al principio ha sido forzado y doloroso, pero, después, ha sido maravilloso. Soy feliz.