domingo, 12 de febrero de 2006

Reflexión

Durante los meses en los que mi blog ha estado vivo, cada vez más gente se ha interesado en él. Me llegan comentarios de apoyo y gratitud, especialmente de mis reflexiones. Asimismo, obtengo una importante y enriquecedora aportación con vuestros comentarios. No podía imaginar, ni por asomo, que mis reflexiones iban a tener más audiencia y despertar más interés que la actualidad tecnológica. He de reconocer que mis reflexiones bucean en el interior de mi alma, y se adentran dentro de la armadura que nosotros, como humanos, nos vestimos día a día para defendernos de nuestro salvaje entorno.

Gracias a mis reflexiones he tenido correos y chats de personas que realmente están necesitadas de ayuda o de guía. Mis consejos, o tan sólo el hecho de escuchar, ayudan mucho a una persona desesperada o perdida. Mi humilde consejo, como si de una sola gota de agua se tratara, hace emerger un oasis en el desierto de esas almas solitarias. Muchas personas están perdidas y solas, y muchas veces no lo saben. Prefieren ocultar sus sentimientos que, como un cáncer, se alimenta de su espíritu, haciendo cada vez más daño. Cuando me comentan sus problemas, extirpan ese cáncer y se sienten mucho mejor. Y yo me siento mucho mejor siendo la vía de escape de tanto dolor. No soy psicólogo, ni cura, ni un doctor del alma. Simplemente soy una persona que sabe escuchar, cosa que, desgraciadamente, nadie quiere hacer. Nadie tiene tiempo para escuchar los problemas de los demas. Sin embargo, un rato de conversación, además de hacer bien a la persona que se desahoga me hace también mucho bien a mi, ya que enriquece mi alma con nuevos conocimientos y nuevas experiencias.

Ya he comentado más de una vez que tengo vocación de escritor, y que me gustaría dedicarme a las letras y abandonar esta bonita profesión que está corrompida por mangurrinos, hipócritas y tiburones sedientos de carnaza. Me lo he planteado durante años, y creo que cada vez estoy más cerca de dar el paso.

Desde hace algunos años he intentado comenzar proyectos literarios con mi buen amigo Julián Reyes, un grandísimo literario y una grandísima persona. En su día escribió una novela que a mi me encantó, pero, desgraciadamentoe, no tuvo el apoyo ni el empuje necesario para ser editada. Debido a este fracaso, Juli no ha animado para escribir.

Hace unos días estuve chateando desde UK con mi amigo Manu (http://javarealmachine.blogspot.com), sobre la iniciativa de escribir un libro sobre nuestro podrido mundo tecnológico. El proyecto es interesante y sería un buen comienzo literario. Este proyecto promete ser ameno, entretenido y ácido, revelando al personal los intestinos podridos de esa hermosa mascota que los ufanos creen que es la tecnología. De momento estamos definiendo este proyecto y liberarnos un poco de nuestra carga de trabajo actual. Posiblemente en Marzo comencemos esta aventura.

También he pensado dedicarme a la pintura, ya que siendo niño pintaba muy bien y tenía talento. Con nueve años ya pintaba cuadros al óleo, a la acuarela o al pastel. Dibujaba a carboncillo y a sanguina, y hacía retratos y paisajes muy realistas, aunque también dominaba el arte del cómic y de la caricatura. Pero después de tanto tiempo apartado de mi caballete y de mis pinceles, he perdido la vocación y también ese talento.

No sé. También he pensado muchas veces en coger mi guitarra (una imitación a una Zender Stratocaster de tres pastillas (no precisamente hecha para una bestia zurda (Jimmi Hendrix)), y aprender a tocarla. No quiero llegar a ser Yngwie Malmsteen, o Joe Satriani, o Steve Vai, o Kirk Hammet, o Angus Jones, o cualquiera de estos dioses de las 6 cuerdas. Me conformo con hacer vibrar y sentir bajo mis dedos el potencial de la música, haciendo llorar, reír o motivar.

No deseo ser un multimillonario, ni me importa ganar dinero o no. Ya gano mucho dinero, y no me llena. Y de esto va mi reflexión de hoy.

Cuando miro fríamente hacia atrás miro un camino que se pierde hacia la oscuridad del pasado. Era artista. Me hubiera gustado hacer la carrera de bellas artes. Amaba la pintura y la fotografía, pero la avispa tecnológica me picó con una devoción espiritual muy fuerte. Recuerdo vagamente mis principios, y el amor que a la informática profesaba.

No voy a enrollarme con mi vida y con lo duro que lo pasé al principio, pagando por aprender y trabajando noches gratis con tal de superarme y ser el mejor en el desarrollo del software. Aprendía rápido y tenía afán por absorber cuantos conocimientos podía: programación en tal o cual lenguaje, diseño gráfico con tal o cual herramienta, tal o cual metodología, tal o cual disciplina... Bebía de todos los manantiales que había para intentar saciar mi inagotable sed de tecnología.

Pasé de ser un maestro de academia de barrio a ser lo que soy ahora: un director de proyectos internacionales para el banco más poderoso de Europa. He ascendido mucho y he llegado mucho más lejos de los que muchos han llegado a mi edad, y de los que muchos en toda su vida podrán llegar. Pero no estoy satisfecho conmigo mismo ni con lo que he hecho. No he alcanzado lo que quería conseguir. ¿Qué era lo que quería conseguir?. ¿Era el éxito?. ¿Era el dinero?. ¿Era la felicidad?. No sé. Me falta algo.

En los últimos años me he desengañado mucho de esta profesión. No me he dejado tentar por el lado oscuro. No me he corrompido a pesar de las tentaciones que fluyen a mi alrededor. Observo mi entorno y veo que mi mundo está podrido, que no era el mundo que yo soñaba cuando era joven, y que este hedor me produce náuseas y me dan ganas de vomitar. Mi mundo y mi éxito no me gustan. Estoy desengañado de mi profesión, y cada vez más con los últimos proyectos en los que he trabajado.

Cuando repaso todo lo andado, me doy cuenta de que tener todo lo que me apetece cuando me apetece ya no me llena. Es como beber sin estar sediento, o como comer sin tener hambre. No me siento realizado. Examinando mis sentimientos actuales creo que tengo la sensación de haber perdido el tiempo.

Como reseñaba al principio, ayudar a la gente, y ver que con un poco de mi parte hago feliz a alguien, o contribuir a la sociedad o al mundo, esa sensación me gusta de verdad. El agradecimiento, la comprensión, la amistad, el calor humano... Eso sí me realiza espiritualmente, y no cuesta dinero, ni esfuerzos y no es necesaria esa absurda vorágine de actualizarse y renovarse. Es fácil, elemental y humano.

Podréis pensar que tengo una crisis espiritual. Puede que así sea. Pero me siento vivo cuando alguien me abre su corazón, me cuenta sus problemas y después respira con aire limpio tras haber expulsado esas toxinas que le ahogaban por dentro. Una sonrisa o un agradecimiento me hace más rico que un sueldo millonario.

Los que seguís mi blog, os daréis cuenta de que puedo estar loco, y que en estos meses estoy cambiando. Muchos me llamarían loco por intentar alejarme de una vida aparentemente llena de comodidades gracias al dinero, por una vida más escueta y humilde, llena de dificulades y carencias. Puede ser verdad, pero tal y como he vivido mi vida, me doy cuenta de que no es más rico quien más tiene, si no el que menos necesita y más valora lo poco que tiene. Al fin y al cabo, al otro mundo no te llevas ni la ropa que llevas puesta, y lo que dejas termina pudriéndose o dilapidándose.

También me he dado cuenta de otra cosa: tenemos el vicio insaciable de complicarnos la vida. Parece como si quisiéramos ser más felices, y que no nos conformamos con lo que tenemos actualmente. Somos seres caprichosos que deseamos obtener algo nuevo que nos aportará felicidad. Luchamos por obtenerlo y, después de tiempo y esfuerzo, lo obtenemos. Y esa felicidad nos dura poco, porque aparece otra cosa que nos aportará más felicidad. Y volvemos a empezar, sin darnos tiempo a degustar los frutos obtenidos.

Me he visto envuelto en ese círculo maldito durante toda mi vida, frenéticamente. Quiero salir de ese vicio inmundo y hediondo, y quiero comenzar una nueva vida más sencilla. Me he dado cuenta que el cruel mundo de los negocios y de la tecnología no es el camino de mi vida. He visto que ese camino aísla a las personas, las vuelve más ignorantes a lo que realmente necesitan. Se cargan de estrés, de colesterol, de preocupaciones, de problemas... Son bombas en sí mismas, y necesitan estallar.

Creo, sinceramente, que el mundo debería funcionar mejor con más relaciones entre las personas, y que las personas liberen ese aire hediondo e inmundo que contamina su espíritu. Creo que sé cuál es el camino, pero necesitaré un tiempo para prepararlo.