Uno de los factores más importantes hoy en día (y mucho mayor en el futuro), en el decantamiento por una u otra tecnología, es la política. Y es que cada vez más se convierte en el director de esta orquesta que toca al compás de su batuta.
Esto puede ser bueno y puede ser malo, ambas cosas al mismo tiempo. Pues si bien puede beneficiar la salud tecnológica de un país o de una administración, se puede olvidar que vivimos un mundo en el que todo debe existir sin rechazo, y que todas ideas, aunque diferentes se pueden fundir en una mucho mejor.
He participado en múltiples proyectos de la Administración Pública. Dependiendo del gobierno se favorece más a un grupo reducido de empresas con unos productos específicos y cerrados (no digo nombres, aunque muchos pueden saber algunos). Esto hipoteca al gobierno y, por consiguiente, a los ciudadanos, que sufragamos dichas tecnologías.
Por otro lado, algunos gobiernos imponen un tipo de tecnologías. Por citar algunos casos: la Junta de Extremadura y la Junta de Andalucía imponen Linux, y la Comunidad de Madrid impone Windows. Algunos pensaréis que estaré a favor de las primeras, por tratarse de software libre. Pero estáis equivocados, pues todo extremos es negativo para la sociedad en general. Hay que aceptar la existencia de otras cosas y convivir, disfrutar y compartir con ellas.
También diré que utilizar el software libre es un ideal fantástico en el que todo el mundo puede tener el código y hacer con él lo que se quiera. En la realidad esa idea queda en una utopía, pues si bien está disponible pocos son los que meten sus manos en los intestinos. No, más bien se trata de un asunto de dinero. Es más económico y la pela es la pela.
Yo soy partidario de los sistemas mixtos, en el cada uno explote lo mejor que tiene en sus parcelas, y entre todos hacer un uno grande, robusto y estable.
Si, por ejemplo, yo soy extremeño o brasileño, ¿por qué he de usar por imposición Linux?. Si yo soy madrileño, ¿por qué he de usar por decreto ley Windows?. ¿Por qué no puedo ser libre y elegir lo que más me convenga y como a mí me convenga?. Yo soy libre de elegir la tecnología que quiero usar, al igual que soy libre de votar al partido que yo quiera.
Todo esto viene a raíz de un anuncio político desde EEUU, en el que el más popular candidato democrático, Barak Obama, en el caso de ganar las elecciones presidenciales, estandarizaría la Administración Pública con OpenOffice.org
Para los amantes del software libre nos parece una gran noticia, pero siempre pido prudencia y pensemos en las consecuencias.
La primera y fundamental es que Microsoft, que siempre apoya a ambos candidatos con fuertes sumas de dinero (financiación de campañas), para conseguir los favores de la Administración que gane, desde luego le retiraría ese apoyo indispensable.
En el hipotético caso de que aún y con eso ganase el primer presidente negro de la historia de USA, queda claro que es una forma de ahorrar muchos millones de dólares, lo cual es favorable ante la crisis actual. Pero, ¿no nos olvidamos de lo más importante: el usuario?
Si bien aprender OpenOffice es relativamente sencillo si estás acostumbrado a MS Office, tienes un período de capacitación, lo que supone un coste, no sólo de esfuerzos, si no también de dinero. Además, habrá un gran porcentaje de usuarios (especialmente los funcionarios) que son reacios a los cambios de su trabajo.
Por otro lado, ¿qué pasaría con el innumerable número de documentos tramitados en formato MS Office, y de los sistemas que utilizan dicho formato?. Se dice que es compatible, pero esta compatibilidad deja mucho que desear. Por experiencia, abrir un documento MS Word en OpenOffice me cambia mucho los estilos, sobre todos las tablas o los bullets (viñetas). ¿Y qué pasan con todas aquellas funcionalidades especiales que el paquete de Microsoft tiene y no OpenOffice? ¿Y con el innumerable número de plantillas con macros específicas que existen?
El caos no me lo quiero ni imaginar. Al final, el ahorro de licencias por el software sería superado por los costes que derivarían de tal desbarajuste.
¿Y qué ocurriría con Microsoft, la mayor empresa de software del mundo? Sería un impacto muy grande en su facturación, que se traduciría también en una menor rentabilidad, una reducción de producción, y, por consiguiente, derivaría en reducción de plantilla. Resultado: menos impuestos y menos riqueza (eso sin contar el factor humano: despidos, economías familiares rotas, deudas bancarias e hipotecarias, etc).
Parece un cuadro desolador, pero no estaría muy lejos de la realidad.
Amo el software libre, pero soy consciente de que, por encima de todo, la libertad no está en el software, si no la decisión de cada uno, como individuo, de elegir la tecnología que satisfaga sus necesidades.