RFID es una tecnología que cada vez más está calando en nuestra sociedad, y que ya tiene sus benefactores y sus detractores. Y ello se debe a que RFID es una moneda que tiene dos caras totalmente opuestas pero necesarias, como el bien y el mal, el calor y el frío, el hombre y la mujer... Yo lo denominaría el Ying y el Yang tecnológico.
He leído multitud de artículos y blogs acerca de esta tecnología: sobre sus bonanzas y sobre sus defectos, sobre su buen y mal uso. El repertorio no terminaría nunca.
Actualmente me encuentro liderando un proyecto RFID. El proyecto se podría decir es un estándar, pues está focalizado en la gestión de almacenes y en las cadenas de suministro. El valor añadido de esta tecnología la estoy conceptualizando a través de brain-stormings (tormentas de ideas), de los cuales surgen ideas muy originales, interesantes y con impacto muy grande en el modelo y en los procesos de negocio de la empresa. No voy a desvelar estas ideas en estas líneas todavía, ya que pertenecen a un proyecto con contrato de privacidad. Pero sí aplicaré un brain-storming con RFID a otro tipo de actividad no lucrativa y que me preocupa bastante. En este artículo se analizará las dos caras de la moneda y que cada uno saque sus conclusiones o ejerza su imaginación.
Hace poco ha concluido el puente de Semana Santa, y hemos presenciado que el número de víctimas por accidentes de tráfico ha aumentado. Este número de víctimas no se refiere únicamente a las fallecidas, si no también a heridos de diverso carácter que tendrán secuelas de por vida: traumas psicológicos, lesiones crónicas e invalidez principalmente.
Una de las causas principales de accidente es el exceso de velocidad. A mí se me ocurre utilizar la tecnología RFID para limitar la velocidad máxima a través de receptores/emisores en puntos clave de la carretera, a modo de recordatorio o en caso necesario por el trazado de la vía. El vehículo tendría un tag activo que emitiría la velocidad a la que circula, así como su identificación. De esta manera, el receptor le enviaría una señal con la velocidad máxima, y un sistema electrónico limitaría automáticamente la velocidad del vehículo en el caso de que la sobrepase. Este límite se podría imponer durante un cierto tiempo o durante una cierta distancia, para que el vehículo no sobrepase la velocidad pasado el receptor. Asimismo, el receptor podría recoger la velocidad del vehículo y tramitar una multa en caso de un exceso evidente de velocidad de, por ejemplo, un 20% superior.
Esta idea no sería cara de implantar, aunque sí llevaría un cierto tiempo hasta que todos los vehículos se adapten a este sistema, en especial el parque actual de automóviles, entre los que hay automóviles bastante antiguos y en el cual, un sistema que mida o un sistema que restrinja la velocidad, sería bastante costoso.
Otras soluciones se podrían aplicar a parquímetros y parkings, aplicando directamente el pago con cargo a su banco. O incluso detectar si alguien aparca incorrectamente y aplicarle directamente la multa o llamar directamente al servicio de grúas. Esto ahorraría muchos costes en agentes de movilidad o en policías.
De cara al usuario, además de evitar accidentes y evitar muertes, habría asociados otros beneficios: reducción del consumo de combustible y, por tanto, un ahorro; reducción de costes derivados del exceso de velocidad (desgaste de neumáticos, tiempo de vida del motor, etc.), ahorro de costes en el seguro al evitar los accidentes, ahorro en pagos por multas, reducción de atascos debidos a accidentes, etc.
Otro ventaja sería que no existirían persecuciones policiales, ya que la policía podría tener permiso por RFID para exceder el límite de velocidad, y podría atrapar fácilmente a los delincuentes.
Hace poco se llevó a cabo un proyecto piloto en una autopista, en la que el tráfico se reducía el tráfico en un 25%. Usando la tecnología RFID, los vehículos no tenían que hacer colas en los peajes, y, automáticamente se le aplicaba la tarifa dependiendo dónde se había incorporado y dónde había abandonado la autopista, y en qué franja horaria.
Ya metidos en el brain-storming, podemos imaginar más aplicaciones de la tecnología RFID y sus bonanzas en el tráfico.
En un futuro no muy lejano el RFID para el automóvil y el tráfico se podría integrar a nivel de satélite. Las posibilidades entonces se multiplicarían exponencialmente.
Hoy en día, hay vehículos que incorporan un localizador. En caso de robo, automáticamente la policía podría identificar en qué posición está por GPS.
Gracias al satélite se podría obtener la posición del vehículo así como de la vía, y corregir la trayectoria del vehículo en caso de despiste. También podría evitar “pirujas” peligrosas, tales como dar marcha atrás en autovías por haberse pasado la salida, hacer cambios de sentido ilegales o de riesgo, etc.
El satélite podría identificar la posición del vehículo y la de los vehículos que le preceden o a los que precede, y ordenar la distancia de seguridad en relación al tráfico y la velocidad, llegando incluso a detener el vehículo automáticamente en el caso de un atasco.
Asimismo podría optimizar al máximo el tráfico organizando vías alternativas de circulación en caso de atascos por accidente o de obras.
Otra posibilidad sería la de una conducción automática en base a un origen y un destino, pudiendo elegir entre varias rutas y recomendar trayectos.
Otra idea sería la de inmovilizar el vehículo en caso de que el sistema del propio vehículo autodetecte algún tipo de anomalía mecánica (manguitos rotos, líquido de frenos o de aceite bajos, desgaste de pastillas de freno, equilibrado o paralelo, etc.). Esto evitaría el riesgo de accidentes por causas mecánicas.
Vistas la cara de la moneda, echemos un vistazo a la cruz.
Analicemos sólo el primer caso, que es el más real a día de hoy. La idea sobre el satélite os dejo a vosotros que imaginéis cuál sería esa cruz:
Implantar RFID para limitar la velocidad obligaría a todos los fabricantes de automóviles a construir vehículos muy similares en cilindrada, ya que no podría superar los 120 km/h. Hoy en día, hasta un vehículo con motor de 1000cc podría alcanzar y superar dicha velocidad. La guerra estaría entonces en realizar motores que tengan un gran “reprís” (aceleración) en base a esa limitación. Es muy posible que la competencia en precios sea mayor y que factores como el confort o el lujo no sean tan importantes, por lo que habría problemas de crisis y de empleo en algunas marcas de automóviles.
Otro problema sería que al reducirse drásticamente el número de accidentes, ya no importarían las cilindradas ni la potencia de los coches, por lo que los seguros tendrían que reducir drásticamente también las cuotas de las pólizas (cosa que no creo que les gusten). Esto provocaría también un “desinfle” del negocio de aseguradoras, lo que también se traduce en puestos de trabajo, oficinas, fluidez de capital, etc.
El negocio de las desgracias es el más lucrativo que existe y, por tanto, de manera directa también afectaría en cierto grado al negocio de las funerarias y afines (ataúdes, lápidas, flores, etc), a los mecánicos (al haber menos accidentes hay menos coches que reparar), chapistas, recambios, gasolineras…
Otro problema añadido lo encontraremos en la doble mentalidad de los humanos. Al igual que en el tabaco encontraremos adictos a la velocidad. Estos serán los detractores de las limitaciones de velocidad, junto con las aseguradoras, fabricantes de automóviles, mecánicos, servicios de pompas fúnebres y el resto de gremios afectados.
Hasta ahora, el lado visible del problema. Cuál sería el lado oscuro? Cuál sería el lado que más nos afectaría sin darnos cuenta?. El de nuestra privacidad.
El sistema registraría cuándo pasamos por cada sitio, a qué velocidad, qué día y a qué hora. Esto podría utilizarse para realizar estudios de comportamiento, hábitos, rutas que utilizamos, etc. Si las empresas accedieran a esta información, podrían saber a qué centros comerciales solemos ir, o en qué estaciones de servicio nos gusta parar, o qué destinos turísticos nos gusta más. También se podrián extraer estadísticas interesantes: cuántas veces utilizamos el vehículo, promedio de kilómetros diarios o cuánto tiempo dejamos inmovilizado un vehículo en el aparcamiento. La cantidad de información que puede deducirse de estos registros puede ser infinita.
Por mi parte no me importaría perder mi intimidad en este sentido, puesto que no tengo nada que ocultar. El valor de una vida no tiene precio, cuanto más las de millones de vidas que ya se han malogrado en una carretera. También valoro más el poder evitar lesiones de por vida, y gastos evitables en seguros y medicinas.
Estas ideas las he presentado directamente al presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ya que considero que es un asunto muy importante, y que permitiría ahorrar muchos costes por gastos en la Seguridad Social.
Cara o cruz?.