La censura ha llegado y he recibido amenazas legales por vuestros comentarios. Pero de momento quiero estar tranquilo y no tener problemas, ya que la mayor presión que sufro no es por un juicio, si no por la amenaza que se cierne sobre el pan de mis compañeros, y ellos no tienen la culpa de nada. Podría ganar un juicio, ser popular y llevarme mucha pasta, pero mi conciencia no estaría nunca tranquila.
Por un lado, la libertad de expresión me permite y me otorga el derecho inalienable de publicar mis opiniones y mis noticias. Con respecto a la noticia que publiqué ayer, no atenta contra la confidencialidad, ya que yo publiqué la noticia porque obtuve la información de manera pública. Por tanto, no es confidencial algo que he obtenido de forma pública y que no se notificó como confidencial. Otros hechos que apoyan la ausencia de confidencialidad, es que más de 21000 referencias (entre ellas algunas de entes de difusión públicos y populares) anteriores a mi noticia aparecen en Google con respecto a este producto, y que más de 800 anunciaban la salida del producto, precisamente, en Noviembre. Por tanto, de confidencialidad nada.
La noticia estuvo expuesta menos de cuatro horas, y mi blog tiene una audiencia muy humilde, ya que - que yo sepa - sólo tres personas se interesban en mi blog y porque les aviso de nuevas publicaciones. Asimismo, tampoco notifiqué la actualización de mi blog a nadie. No obstante, eliminé la noticia y expuse mis más sinceras disculpas.
Las amenazas legales se han formado gracias a los comentarios que mis compañeros realizan sobre este asunto. Yo no soy responsable de sus iniciativas ni de sus opiniones ni de sus palabras. Asimismo, en mi disculpa, no mencioné ni nombres ni referencias, por lo que la confidencialidad ha quedado manifiesta.
Por tanto, si estas amenazas se llevaran a cabo, deberían ser contra todos aquellos que han dado sus opiniones, que, en su mayoría, han decidido hacer de manera anónima. No obstante, he quitado mi disculpa junto con los comentarios, para que la cosa no siga a más, y demostrar así mi buena fe, no sólo agachando la cabeza y siendo permisivo a todo lo que me están imponiendo, si no también siendo discreto y manteniendo la confidencialidad de quien me amenaza.
Por favor, absteneros de momento de hacer comentario alguno. Si no es por los compañeros cuyos trabajos están en peligro, hacedlo por mi. No soy responsable de vuestros comentarios, pero estos sí pueden ser detonantes de varios despidos infudamentados.
Yo no he ganado nada con esto. Me estoy encontrando con una conjura Kafkiana, digna de un thriller. Lo único que ha ganado de todo esto son quebraderos de cabeza, horas de sueño, y, lo mejor de todo, que mi blog tenga una audiencia inusitada y una legión de seguidores incondicionales y desinteresados.